Cuando ayer me enteré de que te habías ido, lo sentí profundamente. Llamé a algunos amigos comunes y seguido pensé en visitar a tu mujer; pero ayer Rosa se merecía la intimidad de los más cercanos.
Me vienen a la cabeza muchos recuerdos, algunas comidas, conversaciones tomando un vino y muchas, muchas javieradas con sus largos días y largas noches. Por cierto,....como roncabas.
Te recuerdo Ladis, como decía Garcia Márquez en su carta de despedida, diciendo lo que sentías y haciendo lo que pensabas; a veces resultabas un poco brusco, pero siempre sincero y auténtico.Tu carácter fuerte no dejaba de lado la sensibilidad y siempre valoraste las cosas por lo que significaban y no por lo que valían.
No habré sido yo de tus íntimos, pero cuántas veces hemos charlado en el camino, subiendo a Yerga, por las Bardenas...
Siempre llegábamos los últimos a la cima de Yerga, y era por esos cigarrillos que te gustaba echar sentado en alguna piedra del camino, conversando con un amigo y disfrutando del aire fresco.
Tú sí sabías vivir. Hay quien se muere sin haber vivido, pero ese no es tu caso. Aunque demasiado pronto, te has ido habiendo vivido intensamente. Nunca hay muerte cuando no hay olvido, y la intensidad con la que tú has vivido nos hará recordarte a los amigos y a tu familia, y en especial a tu mujer y a tus hijos.
No te has despedido, pero en realidad, todos te conocíamos; sabemos como pensabas y también sabemos que no te gustaban las despedidas. A fin de cuentas y después de tantas javieradas juntos y de tanto camino andado y hablado, a los que nos obsequiaste con un trozo de tu vida o de tu amistad sabemos que como decía el Premio Nobel de Literatura que antes he mencionado, te gustaba vestir sencillo, sentarte en el camino y mirando al sol de cara, dejar al descubierto tu rostro y tu alma.
Tomaremos un vino a tu salud, que yo sé que por tu profesión y tu forma de pensar es lo que te hubiese gustado. Es lo que quieres.
Hasta siempre, caminante.
Te recuerdan tus amigos Agustín y Menchu.
