(De su libro "POESÍA Y PROSA VARIA", editado para familia y amigos hace ya unos años)
(Foto de María Figueras Fdz.)
Un
sueño
Eras
la Tierra
y
yo aire transparente,
invisible…
Envolvía
la tierra;
besaba
su pendiente
apacible…
Seguía tu
movimiento;
gozaba
tu día,
mordían
tus noches
en
mi firmamento
con
lloros
de
plateados broches,
incrustados
como
poros en el azul.
Eras
vaporoso tul;
flotabas
para mí
Ideal,
majestuosa…
y
nunca te descubrí
que
me rasgó tu coral
una
llaga dolorosa.
Eras
rosa codiciada,
que
deja
las
caricias de su olor,
y
yo fui
cual
delicada abeja,
que
loca por tu color,
revoloteaba
inquieta
sin
posar en tu corola.
Fui
víctima que respeta
al
tirano que la inmola
en
un feliz sacrificio.
Eran
tus labios el quicio
que
detenía mi paso;
era
tu candor el vaso
del
remedio contra el vicio.
Tu
alma fue el ataúd
donde
yacían mis restos
admirando
la virtud;
fue
tu cuerpo la salud
y
fueron hielo tus gestos.
Era
dupla tu coraza de acero,
orgullo
de nuestra raza
y
del forjador ibero.
Tu
reír,
lo
mismo que los arpegios
de
la música divina,
y
me sentía morir,
entre
dulces sortilegios
en
mortaja vespertina.
Eras
el eje mundial;
el
Herodes de Belén;
eras
el Árbol del Mal
con
el fruto de mi bien.
Estabas
en todas partes,
serena;
por
encima de las artes,
de
gracia llena;
con
sonrisas de Gioconda
y
pureza de Murillo;
la
mirada honda,
de
celeste brillo.
Eras
polimorfo dios,
intangible,
omnipotente…;
amor
imposible,
que
forjó la mente.
Eras
un vergel de Mayo
en
tormenta de cabellos
y
tenían sus destellos
los
resplandores del rayo.
Coronabas
rascacielos
y sostenías los cielos
cual
cariátide plateada,
y
tu paso producía
volcanes
de simpatía
y
murmullos de cascada.
Eras
un ser sobrehumano
con
atributos divinos
y
regías con tu mano
el
imperio soberano
de
terrenales destinos.
Llenabas
los espacios
infinitos…
Te
ofrendaban los palacios
sus
ritos…
Eran
topacios
los
de tu boca sangrante;
eran
soles de Levante,
dos
oasis del Sahara,
los
dos soles de tu cara,
entre
visiones de Dante.
Eras
la fe
del
cristiano…
Eras
Salomé
con
su trofeo en la mano…
Eras
Judit y Dalila
con
redes de telarañas…
Eras
Atila,
arrasando
las montañas.
Eran
tus negras pestañas
de
mantones de Manila
suaves
caireles,
y
tus cejas dos pinceles
de
los artistas querubes,
pintores
de Inmaculadas,
incrustadas
en las nubes.
Tu
voz callaba los trinos
del
canoro ruiseñor;
tus
dedos alabastrinos
abrigaban
el calor
de
mil Vulcanos,
y
tus manos,
de
española dama,
eran
tiernas…
de
algodón en rama.
Eran
columnas tus piernas
en
el templo de Cupido,
donde
me había dormido.
…………………
…………………
¿Idolatría…?
¿Sueño…?
Al
llegar el día,
me vi tan pequeño
y te vi tan colosal,
que estando despierto creo
en la existencia real
del divino pedestal
donde te puso Morfeo.
(Agustín Fernández Virto)
(Agustín Fernández Virto)
----------------------------------
-------------------